La ley del Espejo dice:
Todo aquello que nos afecta de otras personas tiene origen en nuestro propio corazón.
Existen muchas variantes de esta formulación pero todas intentan explicar el mismo fenómeno. Cuando nos molesta, altera, enfada, desagrada o violenta la conducta de otra persona, ya sea por sus actos o sus palabras, estamos identificando una herida o asunto pendiente de nuestra consciencia que es especialmente sensible a ese acto o esas palabras. También se cumple con otros sentimientos diferentes, ya sean positivos o negativos: atracciones inevitables, pasiones intensas y gran parte de aquello que llamamos "química". En resumen con todo tipo de emociones de atracción y repulsión, aunque en este artículo nos centraremos en los negativos.
Esta ley se puede y debe convertir en una brújula para saber qué asuntos tenemos pendientes y que necesitamos trabajar para crecer y desarrollarnos personalmente. Cada asunto pendiente es una piedra en nuestra mochila que nos impide avanzar y desarrollarnos plenamente.
Lo maravilloso de esta ley es que es aplicable a conductas, palabras e incluso personas. Muchas veces conocemos individuos cuya sola presencia nos altera y, a pesar de sus modales o buenas formas, somos incapaces de tolerarlos. Estos individuos nos muestran una parte de nosotros mismos que no admitimos o que, de hacerlo, rechazamos visceralmente.
En una ocasión guíe a un chico que no soportaba a otro joven de su grupo de amigos. Identificó claramente la sensación de rechazo en su garganta, y está surgía cuando el otro chico se ponía a hablar. No soportaba su tono de voz y sus palabras, sintiendo que estas indicaban que se sentía superior a los demás. Avanzada la sesión reconoció la forma de hablar de su madre que el mismo había heredado y aceptado como suya. Cuando hablaba de un tema que creía conocer en profundidad, se expresaba de la misma forma que el joven al que no soportaba. Ver su propio comportamiento en otro individuo, aquel que no quería admitir en su propia personalidad, le producía un gran rechazo.
El núcleo familiar es donde se manifiesta más intensamente esta ley, especialmente en hermanos, padres y sobre todo en los hijos.
Esto es así porque, al existir una historia común, se reconoce en conductas o comentarios muy sutiles aquello que más tememos u odiamos de nuestra propia personalidad. Los hijos son un reflejo fiel del comportamiento de los padres, su conducta y su forma de relacionarse está muy influenciada por los actos de sus progenitores, tanto positivos como negativos. Cuando observamos una conducta odiosa o detestable en nuestro hijo, suele corresponder a una conducta que han aprendido nosotros y que rechazamos visceralmente porque no deseamos que forme parte de nuestra personalidad.
Para usar esta ley como brújula de crecimiento deberemos identificar aquellos rasgos que más nos desagradan de otras personas y buscar su relación con su reflejo en nuestro corazón. De esta forma podremos cambiar conscientemente nuestra forma de actuar.
En muchas ocasiones este Espejo puede reflejar a nuestro “yo” del pasado, aquel que hizo ciertas cosas de las que se vergüenza y prometió no volver a hacerlas jamás. En el pasado también se pudieron programar mandatos fruto de la culpabilidad por un acto u omisión de ayuda al presenciarlo en terceras personas. Surgen así frases como:
- Jamás permitiré ….
- Nunca más volveré a …
- Hacer [conducta que observamos]no tiene perdón de Dios
El Espejo por tanto puede reflejar nuestro presente, aquellos rasgos de nuestra personalidad que nos desagradan, o también nuestro pasado, aquellos momentos de nuestra vida que de una u otra forma nos atormentan o siguen afectándonos.
Recuerdo un caso particular en el que una mujer era incapaz de tolerar a su suegra, cada vez que se veía en la obligación de compartir espacio con ella se alteraba de una forma irracional. Le producía un inmenso rechazo que manifestaba con una gran ansiedad que, en ocasiones, producía comportamientos violentos, gritos, etc. Este rechazo cargaba de problemas la relación con su marido y afectaba también a la relación de sus hijos con su abuela. Durante la sesión de terapia regresiva identificó, en primer lugar, las emociones que le producía su suegra; una vez identificadas revivió los traumas originales que le provocaron el rechazo. En este caso un padre que no dejaba hablar a la familia y un mandato de no ser así en el futuro. Reconoció entonces que su suegra hablaba muy rápido y eso le generaba ansiedad ya que no le daba tiempo a contestar o argumentar, sintiéndose igual que se sentía cuando hablaba su padre, asociando entonces la forma de hablar de su suegra con su mandato de “no ser así en el futuro”.
La ley del espejo también se muestra en aquellas personas que vuelcan sus frustraciones en los demás, culpándoles de sus desgracias, o en aquellas que hacen pagar a otros por sus penas. Esto sucede al negarse a aceptar las propias limitaciones o problemas y encontrar en los demás la fuente de estos.
Mediante la terapia regresiva se puede sentir con más intensidad el rechazo que provocan las personas, acciones o palabras, identificándolas como emociones o sentimientos localizados en nuestro cuerpo. Al enfrentarnos a la situación y a la emoción asociada, seremos capaces de adquirir la conciencia necesaria para liberarnos de su influencia.
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